A mediados de los ´90, Nicholas Negroponte previó que la época de los fotones (tal como denominó a la época de internet) iba a estar caracterizada por una personalización cada vez mayor del acceso a los medios de comunicación y que eso iba a darle a los usuarios y a los creadores una gran libertad para crear y consumir cultura sin las limitaciones que las empresas intermediarias generaban.
Sin embargo, cuando la red se orientó a los usuarios, las empresas intermediarias no desaparecieron sino que se hicieron más poderosas. Los sellos discográficos y las distribuidoras de Cine y TV se aliaron con las empresas de streaming, las editoriales se aliaron con las tiendas online y las redes sociales, el gran espacio de participación de los usuarios, se convirtió en un intermediario entre los usuarios y la cultura mucho más omnipresente que los viejos medios electromagnéticos.
Justamente, contra la intuición de Negroponte, en vez de desaparecer las intermediaciones, la participatividad de la nueva web está caracterizada, no por la libertad sino, por una mercantilización del propio sujeto que, pensando que accede libremente a un sin fin de información, trabaja gratis generando información para que los nuevos intermediarios lo vendan como audiencia de la publicidad.