Desde el advenimiento de la modernidad (esta parece una colocación), las sociedades occidentales han vivido un proceso de medicalización mediante el cual, la práctica y el conocimiento médico fueron colonizando la vida de las personas. Evidentemente, esto trajo muchos beneficios, como la reducción de la mortalidad infantil y el aumento de la expectativa y calidad de vida, pero también nuevas formas de disciplinamiento y control sobre la propia carne del individuo pero con más efectividad simbólica que la violencia física.
Esto llevó a que surgieran movimientos que, en rechazo al disciplinamiento mediante la medicina o por supersticiones new age o prejuicios conspiracionsitas, rechazan la medicina científica (a la que, proponiendo una falsa oposición, llaman medicina occidental).
A partir de algunos casos de actualidad, en El Opio llegamos a una conclusión, la clave para evitar el disciplinamiento y el control mediante la medicina no es el rechazo a la medicina científica sino el conocimiento de esta, dicho de otra forma, ser un usuario informado de la medicina.