Sartori y la vieja novedad de las noticias falsas

Tanto porque es un tema relevante sobre el que hemos hablado y seguiremos hablando en El opio de las masas como por su vínculo con mi área de investigación estoy observando con gran atención la campaña que hizo Sartori en los espacios digitales. Mentiras difundidas por varios lados, fanpages de medios falsos o falsamente identificadas con sus competidores creadas para confundir, negar algo para hacerlo circular como verosímil, pagar a medios para que difundan notas hechas por su campaña, repartir promesas infundadas y varias cosas semejantes han llamado la atención de la prensa y hacen que la gente diga que la democracia y la institucionalidad están siendo atacadas por un tipo que vino con guita a jugar de político.
Pues la verdad que a mí Sartori no me cae nada bien, de hecho me parece que condensa varias de las cosas que están mal en el mundo, pero lo que está haciendo no es para nada una novedad en la política local e internacional. De hecho, creo que la hipocresía o falta de criterio en el juicio condenatorio exclusivo a Sartori es una muestra de lo hipócrita y pobre de la discusión reciente acerca de la posverdad y las fake news como un fenómeno nuevo, surgido de los medios digitales.

Al respecto voy a comentar algo que pasó en otra campaña, hace casi diez años, cuando, en el medio de la campaña proselitista para la segunda vuelta en la que Mujica iba a competir con Lacalle Herrera, el expresidente Batlle Ibáñez dijo al semanario Búsqueda (que ni se esforzó en verificar la información) que un arsenal ilegal que se había prendido fuego en la costa de Canelones estaba vinculado a los tupamaros (BBC Mundo).
Batlle no tenía ni media evidencia que permitiera llegar a esa conjetura y nunca la tuvo, pero eso no le impidió decir en los medios que efectivamente el arsenal ilegal pertenecía a los tupamaros y que el contador en cuyas casas se encontraron más de setecientas armas tenía un vínculo activo con Julio Marenales. Tampoco tenía evidencia alguna el entonces candidato Luis Lacalle Herrera, quien de todas formas dijo tener “elementos para sospechar que el hecho del arsenal de 700 armas halladas días atrás en casas de Montevideo y Shangrilá sí tiene connotaciones políticas“ (Clarín), aunque sin nombrar directamente a su competidor en la elección que se daría solo unos días después.
Tampoco tenía evidencia el diputado del Partido Nacional Gustavo Borsari cuando interpeló a los ministros de interior y defensa Jorge Bruni y Gonzalo Fernández a solo diez días del incidente sugiriendo una relación entre el poseedor de las armas y el sector del entonces candidato a presidente Mujica (BBC Mundo) así como no tenía evidencia nadie del Partido Nacional, y sin embargo intentaron difundir el dato falso, lo cual informó Gabriel Pereira (quien entonces dirigía la redacción de El Observador) al decir que “dirigentes blancos llamaron a El Observador para informar/sugerir/ que detrás del arsenal de este economista y de su violenta muerte quizás/puede ser que hubiera un vínculo político” (1). La falta de evidencia tampoco impidió que el partido pautase en medios del interior publicidad electoral en la que se aseguraba que “El ex presidente de la República confirmó ante el juez Jorge Díaz su acusación a Julio Marenales, José Mujica y el MLN sobre su vinculación con el arsenal de armas encontrada a Saúl Feldman muerto por la Policía el pasado fin de semana” (lr21), lo cual además era mentira.
En esos días, en una entrevista con Joel Rosenberg (180) el propio Lacalle salió a defender esa publicidad, que para él era información (aun sí era pautada y falsa) (2), aun cuando no sabía si lo que decía era correcto, “yo lo vi como afirmación en Búsqueda. Si no es veraz, yo no puedo decirlo, porque no sé si ratificó o no. Simplemente digo que es descripción de hechos que pueden ser interpretados de la manera que se quiera” dijo. Y luego, cuando Rosenberg le preguntó si, en caso que no aparezca evidencia al respecto, pediría disculpas dijo “no le vamos a pedir disculpas a nadie. Vamos a continuar informando lo que nos parece que convenga porque en los noticieros no siempre aparece todo lo que tiene que aparecer. Nos parece que hay un gran desvío en el tiempo que se usa a favor del Frente Amplio y no a favor de nuestra candidatura”, es decir, aseguró que iba a seguir diciendo cosas aun si eran falsas y que en los noticieros deberia aparecer información que lo favorezca, aun siendo falsa.

Este, que desde luego no es el único caso de información falsa previa a la masificación de las redes sociales y de mensajería instantánea para usos políticos, ejemplifica que la campaña de Sartori es nueva (en Uruguay) en los métodos específicos pero no en el uso de la mentira burda, y se basa en antecedentes exitosos (en términos electorales) en muchos países, entre ellos Brasil, Argentina, Colombia y Estados Unidos, países donde los mismos actores que usaron estas estrategias (Bolsonaro, Macri, Duque, Trump) o actores vinculados a ellos ya habían usado la mentira en los canales “tradicionales”, es decir, los discursos políticos, los medios masivos, el boca a boca. Entonces, no parece que estemos viviendo la época de la posverdad en la que los actores políticos difunden mentiras para manipular a la gente sino que el cambio en las estrategias vuelve a llamar la atención sobre un fenómeno que ya existía.
El año pasado, en un programa de El Opio de las Masas sobre el tema, opiné que tal vez una de las razones por las que los medios, académicos y políticos están tan preocupados por la circulación de mentiras en este momento mientras hace unos años estas parecían estar naturalizadas es justamente la emergencia de nuevas herramientas y nuevos actores. Cuando Dick Cheney o Tony Blair mintieron en la prensa y en discursos en las Naciones Unidas y los medios afines repitieron sus mentiras para justificar la invasión a Irak la indignación fue moderada, lo mismo cuando Nixon utilizó los aparatos del gobierno y los medios afines para amedrentar periodistas y activistas que difundieron sus secretos turbios. Pero cuando la campaña de Donald Trump, alguien que no es un orgánico Republicano, usó cuentas de facebook falsas y algunos de sus seguidores, que no eran parte del aparato conservador tradicional del GOP sino usuarios de 4chan, usaron estrategias de acoso y trolling apareció la alarma ante un cambio que, más que poner en peligro la democracia, puso en peligro la supremacía de los actores y métodos tradicionales en la maipulación de los procesos electorales.
Del mismo modo, al no ser novedoso en el uso de la mentira sino en las herramientas para usarlas, lo que alarma de Sartori no parece ser tanto que mienta y manipule sino otra cosa.

Uruguay ha sido históricamente un país institucionalista, estatista, partidista y burocratista donde mucha gente tiene la convicción de que la democracia es fuerte porque hay partidos fuertes, entendiendo por partidos fuertes partidos altamente burocratizados en los que las autoridades y los principales candidatos han hecho una especie de ascenso dentro de los partidos que inició con militancia de años o conecciones familiares o laborales (3) antes de acceder a posiciones importantes. Solo en estas condiciones alguien que había estado quince años en el poder legislativo o un diputado cuyo padre fue presidente y su abuelo una de las principales figuras políticas de la historia uruguaya podrían ser considerados políticos novedosos como fueron considerados José Mujica en 2009 y Luis Lacalle Pou en 2014.
Entonces, la irrupción de Sartori, un tipo que (a pesar de haber participado como aportante en las finanzas del Partido Nacional) apareció en la vida pública de la nada con una campaña exitosa basada en las mismas trampas que todos ya habían hecho pero con otros medios (4), no es vista como una novedad sino como un riesgo para la democracia, riesgo que no parecía representar la manipulación que Batlle Ibáñez y Lacalle Herrera intentaron llevar adelante de la mano de medios de comunicación que repitieron los bolazos que ellos tiraron.

Notas
(1) No pude encontrar el artículo en la web de El Observador pero sí una reproducción en UyPress y reproducción parcial en Montevideo Portal (volver).
(2) Lacalle argumentó (si es que se puede considerar a esto un argumento) que “Una publicidad es decir “Vote a Lacalle”. Esto es dar información, como lo es dar información en el espacio de radio que tiene el senador Mujica. Ahí hay descripción de hechos”, no parece importar que la información fuese pautada y falsa (volver).
(3) Hay políticos que aparecen en política visible sin hacer tanta carrera pública, sin embargo en general son personas con larga militancia menos visible (como fue Tabaré Vázquez hace treinta años), que tienen contactos políticos y económicos (como Ernesto Talvi quien fue cercano a Batlle Ibáñez y fue asesor económico de algunas de las grandes cámaras empresariales) o que vienen de familias de políticos (volver).
(4) En esto no es igual a Novick quien, a pesar de lo que él mismo intentó instalar, tenía un vínculo importante con actores políticos como el asesor de Tabaré Vázquez Juan Salgado y con varios miembros del Partido Colorado y fue introducido en la política electoral por los partidos Nacional y Colorado. Tampoco su estrategia proselitista había sido tan novedosa ya que utilizaba su dinero tal como otros utilizan sus contactos y poder político para que la prensa y los medios electromagnéticos (y en menor medida los digitales) le dieran una cobertura más o menos positiva (volver).