Una vez más se agitan las cosas entre Estados Unidos y Corea del Norte. Mientras Kim Jong-un sigue realizando pruebas de misiles balísiticos de largo alcance y amenaza con atacar la isla de Guam (que es un territorio colonizado por Estados Unidos con importante presencia militar), Trump amenaza con desatar fuego e ira sobre el régimen de Pyongyang.
Más allá de la dimensión geopolítica que el (siempre) virtual conflicto presenta, Kim (junto con un impreciso ISIS) se constituye como un enemigo perfecto para el presidente estadounidense que, mediante la demonización de un otro, legitima su posición belicista y agresiva en política internacional e intenta legitimar su gobierno dentro de Estados Unidos.
Mientras tanto, el gobierno Argentino intenta construir un enemigo extranjero, poderoso, violento y financiado por británicos donde sólo hay unos pocos indígenas que reclaman una pequeña porción de las tierras que el gobierno de Roca apoyado por gran parte de la sociedad, por los terratenientes y los británicos les arrebataron.
Al parecer, construir un enemigo externo y maligno funciona muy bien como herramienta de totalización.