Actualmente existe un muro entre Estados Unidos y México, mide casi mil kilómetros y va, casi sin interrupción, desde la costa del Pacífico en San Diego (CA) hasta El Paso (TX), pasando por Arizona y Nuevo México. Y está en expansión.
Además, en 2006 se presenta la ley Secure Fence Act mediante la cual el gobierno federal se compromete a la construcción de un muro doble de 1100 km y a incrementar la capacidad represiva de la guardia fronteriza.
La Secure Fence Act fue aprobada por el congreso con abrumadora mayoría, tanto en la House (283–138) como en el senado (80-19). Es decir, el congreso, del cual Donald Trump en ese momento no formaba parte, votó por la construcción de un muro del que recién ahora muchos se dan por enterados.
En el senado, el único republicano que votó la ley en contra de su construcción fue Lincoln Chafee (RI), quien unos años después abandonó el GOP (Great Old Party) y se pasó al Partido Demócrata, por el que incluso se tiró con nulo éxito a las pasadas primarias. Entre los demócratas la ley consiguió 26 votos afirmativos. Entre ellos, Barack Obama (IL) y el vicepresidente Joe Biden (DE) y Hillary Rodham Clinton (NY).
Por otra parte, actualmente existen muchos otros muros fronterizos tan nefastos como el que indignó a la comunidad liberal. Como ejemplo podemos nombrar el que separa Ceuta y Melilla, India y Pakistan o en Cisjordania, Chipre (construido por los Turcos, aliados occidentales, para separar las zonas ocupadas desde los años ´70s) y Sahara Occidental.
Todos estos muros son construcciones infames, pero también lo es tergiversar o sesgar la información, aunque sea para evitar que un bruto deplorable como Trump gane una elección o para justificar que nos gustaría que gane el candidato de Wall Street.
Joaquín Moreira Alonso